Un muerto y más de una veintena de heridos dejo el puerto de Paita. Y es que en nuestro país el que no llora – o tira piedras- no mama. Es la lógica más simple de la desobediencia. Es muy fácil decir que vivimos llenos de matones y brabucones que apunte de pistola consiguen modificatorias ministeriales o que simplemente tenemos un estado paralizado incapaz de afrontar las demandas poblacionales. Es tan sencillo pero muy superficial, una lectura más profunda nos incitaría a reflexionar sobre el poder.
En toda relación social existe el poder y allí a su ladito se encuentra la resistencia. Un claro ejemplo es lo que sucede con los casos de Conga, Doe Run, paita, Vrae, etc. Frente al poder gubernamental de las leyes encontramos el poder gubernamental de las movilizaciones, gritos y piedras. Y no es que siempre queramos sacarle la vuelta a las normas, sucede que están mal hechas o que simplemente se perciben como apuntando a un sector determinado como beneficiario, mientras eso surja en el imaginario de la población, seguirán surgiendo más niños capturados por secuaces o mujeres engañadas sirviendo como objetos sexuales a delincuentes en los montes del Vrae o personas muertas en los puertos, no es una excusa ante tan “maricona” actitud, pero en el país de las “humaladas” donde las lógicas de tener a ministros poco políticos – como han señalado algunos- y emparentados a los grandes capitales permiten prever siempre una lógica de confrontación.
Mientras el poder (político) del gobierno interactué con la sociedad civil minando, amedrentando, clausurando, las respuestas serán inmediatas, sobre todo, de una sociedad tan frágil institucionalmente y propensa casi siempre al poder de las piedras.
En ese sentido el gobierno Humalista sigue una continuidad en la gobernabilidad del país, el chino, el cholo Toledo y “galán” García continuaron esta lógica represiva y minaron las instituciones democráticas, recibieron piedras y muertos. Frente a los abrazos y palmaditas en las espaldas de los grandes intereses, las coaliciones de facto que dentro de cada gobierno se formaron entre empresas-militares y gobierno, no ayudaron en nada o casi nada a formar una conciencia colectiva democrática, es mas afianzaron la desconfianza e impulsaron la lógica del “poder de las piedras” en la calles, institucionalizaron de por si la cultura del achorado entre los peruanos y naturalizaron practicas horrendas como el de los muertos en cada reclamo que la población con o sin justicia realizó.
El otro lado de la moneda, es el poder de las calles. Jurgen Haberman, el gran filósofo de la comunicación y de los espacios públicos se sentiría horrorizado y alegre por la forma política de como se utiliza lo público para el reclamo en nuestro país, claro está que no existe una comunicación libre y “dialogica” en cada protesta, al contrario es jerárquica y desigual, estigmatizada y criminalizada. El mal manejo es evidente, pero también los protestantes dentro de sus propias dinámicas e intereses (caso Conga, Doe Run) no crean certidumbres donde poder hacer política, son parte de la misma -“dialéctica y achorada”- confrontación, sin un correcto cauce, estamos entrando al siglo de las piedras, que razón tenía Einstein cuando hablo de la tercera Guerra mundial al decirnos que serán a piedras y palos.