A puertas de las elecciones presidenciales, congresales y al parlamento andino el escenario se pone bastante polarizado. En un inicio, Humala represento la contrapartida del escenario Peruano, su posicionamiento en la cola de las encuestadoras para muchos analistas era un sinónimo que en el Perú las cosas andaban bien y que las ideas “anti sistémicas y autoritarias” ya no calaban en la población. Sin embargo, Humala en las últimas semanas adquiere preponderancia y sube como la espuma. Colocándose, en un primer lugar demoledor. Obviamente la contrapartida llega desde la derecha como un “estruendomudo”-como diría Vallejo- , los medios de comunicación masivos, las redes sociales en el internet y la publicidad en volantes, afiches, pancartas etc., se vuelcan contra Humala. Es una historia ya conocida. La cuestión, no es que Humala signifique necesariamente un peligro para la derecha sino representa el moho de una sociedad, lo irritable y lo necesario para que las elecciones se polaricen y surja una mentalidad colectiva univoca. El problema no es Humala, ni siquiera lo que pretenda hacer con el país. El problema y esa es una de las raíces de todos los problemas, es el espacio cognitivo que creamos como un mundo posible. Es en este espacio donde el “último hombre” formula lo que podríamos llamar como “horizonte de vida”. El discurso polarizado de la derecha representada por PPK, Toledo, Keiko, Castañeda y de una “supuesta izquierda” representado por Humala, Ricardo Noriega “el señor chicote”, Ñique de la puente, entre otros, muestra un escenario “No Clásico” entre de dos puntos de desarrollo, es más, nadie pretende una “revolución a secas”, nadie habla de la lucha con el capitalismo, hoy se dice “negociar”, y es en este punto que ni siquiera el llamado “antisistema” resulta serlo, pues, el negociar como termino jurídico no significa “desconocer” ni “disolver” y como termino político significaría “dependencia”. No hay un discurso “matinal” ni cíclico reformulador de las bases sociales en su conjunto. Lo que pretenden las polarizaciones no es más que mostrarnos que la recalcitrante derecha es tan nefasta como la recalcitrante izquierda, por tal motivo la polarización estaría jugando en los matices de un centro bastante complejo. Pues, no existiría en el imaginario un discurso totalmente revolucionario y transformador, sino mas bien un discurso continuista por un lado y por el otro reformista. En ninguno de los dos casos se puede ver lo que llamamos un horizonte de vida y nos quedamos con el último hombre. Es decir, seguimos en lo mismo. El pensar, que Humala representa lo autoritario es caer en una gran equivocación, pues Humala no representa el lado oscuro de la izquierda, ni siquiera un antiimperialista renegado, mucho menos un marxista convicto y confeso, es mas, está lejos de serlo. Plantea lo que mínimamente, nuestro imaginario colectivo le otorga. No se sale del guion y “latea” por el asfalto de lo necesario, es decir: cambio constitucional, revisión de los contratos ley, economía nacional de mercado, reforma estatal, cuidado del medio ambiente, protección médica universal, defensa de la soberanía nacional, incluso plantea un poco de asistencialismo, con la continuidad de programas como “juntos” y la dación de dinero a los más pobres del Perú. En múltiples aspectos dice y pretende hacer lo que muchos candidatos de la derecha plantean en sus planes de gobierno. En definitiva, no estamos frente al cuco. Por el otro lado del rio, lo que aun no se llega aceptar es que la ultra-derecha quiere hacer perfilar un imaginario colectivo inexistente, el llamado a una dictadura, el resquebrajamiento de nuestra frágil democracia, el intervencionismo estatal, la violación a las libertades individuales y colectivas, en pocas palabras un régimen autoritario. Pero la derecha se equivoca, pues como dice la historiografía peruana las mayores dictaduras han sido de la derecha y el recuerdo de estas han sido borradas. Regresando a nuestra hipótesis principal, la cual es ver que nuestro horizonte es univoco y nada ambicioso, regresa la perversión de los medios, el cinismo de los candidatos y la corrupción en el lenguaje arrabalero de nuestra política, pretendiendo crear un escenario frágil para la candidatura de Humala, mostrando espectros de nuestra vieja herencia colonial – que en realidad no es tan vieja – el pishtaco de nuestros sueños contraataca. Considero que Humala no ganara las elecciones, básicamente por tres cosas: primero, Humala no organizo un partido orgánico, aunque su programa a diferencia del resto es reformista no significa un cambio profundo, sigue siendo un caudillo y su imagen en el espectro crea un demonio triste – a diferencia de Arguedas que era “feliz”- amargado y resentido. Segundo: Humala pretendió llegar a más gente moderando su discurso y siendo parte del “status quo”, estrategia bastante errónea para la segunda vuelta, pues el calificarlo de autoritario constantemente lo alejara de ese gran electorado de la costa, quien de por sí ya cree que Humala es un lobo camuflado de oveja. Tercero: Humala es un sujeto individualizado – como diría Foucault – tiene un “régimen de verdad”, quiere decir que el imaginario colectivo en su mapa cartesiano ya lo ubico dentro de una postura nociva y en el futuro será muy difícil moverlo de allí. Es interesante ver que dentro de las opiniones políticas a Humala no solo se lo rechaza por su supuesto “nacionalismo”, sino se lo llega a odiar, intolerar, menospreciar y hasta el punto de tenerle miedo. Este ítem resulta fundamental pues será en las complejas relaciones intersubjetivas de los actores en que el lenguaje que se obtiene de Humala será el de un ser despreciable. La pregunta entonces surge ¿es Humala despreciable por ser reformista supuestamente autoritario o es acaso que nosotros en nuestro ethos inconciente no queremos que reformen nada y por tanto cualquier intento de simple reforma resulta, abominable? Las encuestas dicen, que casi el 70 % de peruanos desean un cambio de modelo económico, el problema es que Humala ha dicho que lo cambiara. Sería lo más lógico que ese 70 % de peruanos vote por Humala, pero la realidad no demuestra eso, será acaso que ese miedo abominable a los cambios sea el deseo de no votar por Ollanta. El deseo de la libertad del último hombre, el deseo de una identidad planetaria y cosmopolita, el deseo de la virtualiazación y la libertad extra territorial, el deseo del “vivir bien”. Como sostengo será muy difícil que Humala llegue a palacio, pero haciendo un poco de fanatismo, es el único que propone alguna reforma mínima, el imaginario político y el poder político serán fuertes trabas para que esta tarea se concrete. Poniendo un poco de sazón, no hay que olvidar también que no tenemos un electorado serio, las votaciones en el Perú por lo general están cargadas de cinismo, odio e indiferencia, cinismo al saber que se necesita un cambio, pero sin embargo no lo planteamos o apoyamos, nos convertimos en grandes cómplices. Odio por creer que no necesitamos mas un militar que nos gobierne, nuestras libertades ya está ganadas y no podemos retroceder. Indiferencia, que es un estado natural de nuestro pueblo Chacalonero pujante, imaginativo, pero sin un alma matinal por el cual luchar. No existe utopía que perseguir, mas que la de nuestra propia individualidad. Motivos suficientes por los cuales las cifras en una segunda vuelta a Humala no lo favorecerán. En conclusión, consideramos que la problemática que carga el señor Humala, responde a múltiples factores, algunos estructurales ligados a organización política y partidaria, otros en las coordenadas cartesianas de su pontificado autoritarismo y su peor enemigo, el propio pueblo, que en muchos niveles lo odian, aborrecen e intoleran. Sin embargo, la luz de las clases populares lo apoyan, este importante nivel del electorado tendrá que cumplir un papel fundamental. Como salida le queda a Humala tratar de escarbar en esas coordenadas para llegar a los que lo desprecian tanto y hacer ver que muchas veces el autoritarismo vestido de democracia nos ah venido gobernando y que su autoritarismo no vendrá vestido de democracia sino será una verdadera democracia. Hacer este frente, definitivamente causara un gran cambio en las mentalidades univocas y será importante para ver qué sucede con los nuevos escenarios y actores. La tarea es entonces romper esa univoca visión del Perú y el mundo.
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