martes, 10 de febrero de 2009

Oralidad, imaginarios y representaciones cotidianas: el caso del “cholo cirilo” y “el poeta de la calle”.


Víctor Vich en un trabajo representativo sobre los cómicos ambulates, trata de representar el sentido del Perú visto desde estos actores callejeros (como estos representan a través de performances temas tan variados como: política, género, violencia, derechos civiles, etc.) su análisis etnográfico lo lleva a vincular todas estas temáticas y engranarlo con la idea de modernidad en el Perú.
Los cómicos ambulantes son una clara representación de la sociedad civil ante un estado. Ellos a la vez en su seno cargan esa imagen de un Perú profundo, marcado muchas veces por el slogan que en su gran mayoría son migrantes andinos.
Como bien lo reitera Vich los cómicos ambulantes al recrear sus escenificaciones a través de la Oralidad en espacios públicos son los portadores de una gama simbólica de significados. La recreación de las conciencias colectivas en espacios públicos va creando imaginarios sociales.
Si bien Vich analiza los discursos y las performances de los cómicos tratando de recrear imaginarios imperantes y la reformulación o reconstrucción a través de estas escenificaciones, para poder dar un panorama mas claro de las nuevas construcciones de la Oralidad en el Perú contemporáneo. El presente trabajo tendrá la misión de dar imágenes a partir de dos personajes emblemáticos de los cómicos ambulantes que es el cholo sirilo y el poeta de la calle. Uno recién llegado a la capital, el otro un “zambo” criollo. El sarcasmo, la parodia, el chiste, hacen de estos personajes un gran campo para poder analizar no solo los discursos y la Oralidad sino las representaciones de toda una sociedad limeña que sufrió un aparatoso choque de culturas y como los imaginarios lo siguen representando hasta la actualidad.

Dada las primeras ideas de Vich sobre el tema de la Oralidad y los cómicos ambulantes empezaremos diciendo que en el Perú, el sentido de Oralidad era dada por una tradición criolla. Chistes, apodos, clichés, etc. Con la ola de migrantes en lima su cuerpo comenzó a sufrir un rápido cambio. Los cómicos ambulantes que se instauraron en la plaza San Martín dan fe de este cambio.
Yo quiero empezar hablando del “cholo cirilo”. Su representación comprende un personaje muy conocido en la capital. Es el típico provinciano recién “bajado”, con “hojotas” y “poncho”. Su caracterización es una forma ambigua. Lo podemos retratar en dos espacios y escenarios cargados con una simbología jerarquizadora. En esta encontraremos la adaptatibilidad y el continuo desprendimiento de una cultura estigmatizada y el acomodamiento a formas de relacionarse como la “pendejada” y el “achoramiento”.
Por un lado representa a un “cholito” tímido y miedoso. Ante la gente de la capital. Por el otro representa a un cholo vivo y palomilla, “que no se deja”.
Las expresiones por lo general del “cholo cirilo” tienen gran contenido clasista y jerárquico.
En la primera expresión donde el se encuentra tímido. Apela al sentido de ubicación en la estratificación social.
Como todo recién llegado “masticando el castellano” es una estigmatización para con los demás. Su indumentaria y su franqueza lo denuncian como hombre de provincia (andino), su falta de “viveza” lo hace ver como un tonto, es menospreciado y “ninguneado”, incluso por los mismo provincianos. Piensa que lima sigue siendo ese monstruo de mil cabezas1.
En las relaciones que entabla en la ciudad reconstruye al personaje como pícaro y avivado, rompiendo con esa jerarquización. El discurso cambia, pasa a exigir derechos. Cree estar en lo correcto y sobre todo ya no le tiene miedo a la gran ciudad y sus habitantes. Es el clásico “cholo vivazo”. y es este cholo vivazo el que encarna la respuesta hacia un zambo criollo “vivo y palomilla” ( el poeta de la calle).
Si bien cirilo centra más su personaje en el “cholo péndelo” ante una sociedad jerarquizada y racista. El no tiene más formula que revelarse ante este menosprecio. Su personaje es una suerte de revolución en la Oralidad popular, que va recreando a ese cholo que deja de agachar la cabeza, que reclama, que hace sentir su presencia. A partir de su personaje y de las paradojas cotidianas recrea ese hombre del ande marginado y estigmatizado. Aquel que comienza a formular interrogantes sobre el discurso ideológico imperante. Comienza a dar cuenta del status quo.

El segundo personaje que quería abordar era “el poeta de la calle”. Este hombre alto, de tez morena, con una labia impresionante es el creador de un personaje socialmente aceptado en una lima colonialista. Es el clásico criollo de callejón. Son los limeños mazamorreros. Su personaje recrea toda una sociedad conservadora y marginadora (que aún la sigue siendo) de lo andino y provinciano. “El poeta de la calle”. Así bautizaron a su personaje por el “floro” que este tenia al lanzar los discursos y entonar bellos poemas de amor, sufrimiento y de aventuras callejeras. El poeta de la calle era un hombre con todos los dotes de buen limeño. Era “entrador”, no se chupaba ante nada ni nadie, era buen bailarín, le gustaba tocar su música criolla, boleros y guarachas, le gustaba la cerveza en el bar de la esquina, buen enamorador y obviamente su toque de superioridad le hacía tener siempre la razón. En sus representaciones siempre ocupaba los cargos mas elevados. Como el de jefe de oficina, Un grado alto militar, o simplemente como el más palomilla.

Esta dupla el poeta de la calle con el cholo cirilo marca un hito en la Oralidad y la expresión cotidiana que se daba en el Perú de la época. El provinciano marginado que para sobrevivir tiene que convertirse en ese ser palomilla y “pendejo” donde la trasgresión es sinónimo de supervivencia y la tolerancia es tapada por la estigmatización recrea una suerte de híbrido que entre los anhelos de lo moderno esta el hecho de “achorarse” para poder conseguir posicionamiento social. Y el cholo cirilo es prueba palpable de esta transformación social que se sufrió.
Las parodias continuas que se hacían con el poeta de la calle no era otra cosa que un choque vertical de posiciones. Era el mestizo que se había “alimeñado” con el criollo que defendía su territorio conquistado. Ese choque era el toque para recrear una cosmovisión en el imaginario popular. Otro ejemplo muy claro de esto, puede ser el mito que se tenia en las clase medias. Que los provincianos en alguna época podían invadir lima y causar desmanes y trifulcas2.
Ante estos personajes callejeros que actuaban para una masa por lo general popular fueron recreando esa lucha encarnizada de imaginarios y simbologías propias de cada espacio institucionalizado. Creo que el debate que ellos empezaron en las plazas publicas aun sigue en todos los entornos de la sociedad. Son esos niveles de diferenciación que aun no se superan y siguen siendo esos miedos sociales que aun siguen llevando estas dos formas de encontrarse un peruano con “el otro” que también es peruano. Y de no superar los fantasmas colonialistas ni de construir una modernidad que no sea a partir de la “trasgresión” y de la “informalidad”. Que los discursos de uno y de otro sean legales e iguales y que simplemente no sea para poder defenderse. Hace falta seguir reconstruyendo el sentido único de lo peruano, donde un mestizaje no tape todas las falencias de un país desarticulado y donde todos comencemos a armar nuevos discurso y nuevas formas de vida cotidiana sin destruirnos “culturalmente” unos a otros.

Referencias.
1. congrais, martín. El niño junto al cielo.
2. Portocarrero, Gonzalo. Los fantasmas de la clase media. En: racismo y mestizaje.